6/4/09

LOS MIEDOS INFANTILES



Ya hemos hablado en alguna ocasión de los miedos infantiles, un fenómeno natural y universal que tarde o temprano aparece en todos los niños. Y, aunque estos miedos suelen ser pasajeros, como padres debemos fomentar la prevención y superación de los miedos infantiles, así como el comportamiento prudente ante situaciones peligrosas.

Los miedos infantiles forman parte de un proceso de crecimiento, pero también pueden resultar señales de alerta, por lo que no hay que minimizarlos y, ante nuevas manifestaciones, debemos pensar si se derivan de nuevas circunstancias en la vida de los pequeños (separación de los padres, escuela, cambio de domicilio…).

Éstos son algunos consejos sobre cómo actuar ante los miedos infantiles, siempre teniendo en cuenta que no se trata de eliminar los miedos, ya que forman parte de nuestro instinto de supervivencia y del desarrollo evolutivo del ser humano. El miedo sólo es negativo si se convierte en patológico, en una fobia, o si deriva de algún hecho traumático.

  • Evitar manifestar nuestros miedos (hablamos de miedos irracionales o fobias) delante de los niños, ya que el miedo puede transmitirse de padres a hijos mediante el aprendizaje por observación. Nuestros miedos podrían interferir en la desaparición del miedo de los hijos impidiendo que estos exploren su entorno. Por ejemplo, si no nos gustan los payasos, o los tigres, ¿hemos de evitar que nuestros hijos tengan esos peluches? Si tenemos miedo al mar y evitamos el contacto de los pequeños con él, la falta de experiencia podría influir en la consolidación de esas fobias “heredadas”.
  • Debemos educarles en la prudencia hacia lo realmente o potencialmente peligroso. Es decir, no se debería tener miedo al mar, pero sí ser prudente en él. No tener miedo a los perros, pero sí ser prudentes frente a ellos. Porque en algún momento que no podemos controlar, podrían ser peligrosos y causarnos daño.
  • Relacionado con el punto anterior, hemos de ofrecerle modelos correctos de actuación ante esos elementos peligrosos. Es decir, somos nosotros los primeros que manejaremos el fuego o nos acercaremos a los animales desconocidos prudentemente…
  • Cuando son pequeños, seleccionar las lecturas infantiles adecuadas, contando cuentos agradables, exentos de terror y acontecimientos truculentos, aunque la mayoría de cuentos (especialmente los tradicionales) incluyen estos elementos como preparadores y fortalecedores para la vida adulta según muchos estudiosos.
  • Lo mismo que de las lecturas podemos decir respecto a las películas, evitando las de terror y violencia.
  • Cuando hay miedo a estar solo, se puede fomentar la autonomía y la independencia de los pequeños cuando vayan creciendo. Normalmente, ellos mismos reclaman ese espacio, y se dan cuenta de que estar solo no implica tener miedo si saben que de cualquier forma estaremos cuando nos necesiten, acudiremos a su lado. Por ejemplo, si cuando se están durmiendo de repente oyen algo o piensan algo que les produce miedo, y lloran, o nos llaman, lo mejor es acudir a tranquilizarlos y hablarles con calma hasta que la angustia desaparezca. Nadie mejor que nosotros para lograrlo.
  • Relacionado con el punto anterior, podemos decir que se trata de evitar la sobreprotección (no la protección; dónde empieza una y acaba la otra, tendremos que hacer un esfuerzo para saberlo).
  • Cuando se van a producir cambios en nuestras vidas (colegio, cambio de casa, de ciudad, separaciones…) se debe intentar realizar cambios graduales en el entorno para acostumbrarlos a situaciones novedosas, y por supuesto explicándoles los motivos de esos cambios.
  • Se pueden reforzar los comportamientos valerosos en los pequeños. Pequeños pasitos hacia el agua, hacia un muñeco que antes no le gustaba… pueden ser objeto de felicitación y racionalización verbal.
  • Por el contrario, jamás amenazar con elementos temerosos, mucho menos si son irracionales como “Que viene el coco”, “Mira que te traigo al payaso”...
  • Contarles “la verdad” sobre brujas, ogros… ayudarán a que dejen de ser elementos desconocidos para ellos.
  • No hay que criticar o castigar al pequeño por tener miedo, sino convencerle de que no hay que avergonzarse por tener miedo: todos tenemos miedo a algo. De este modo evitamos que calle sus miedos y les ayudamos a expresarlos, lo cual nos servirá para poder acompañarles en ese miedo y solucionarlo. Hay que intentar racionalizar el miedo y que poco a poco vaya comprendiendo que es algo pasajero. Tampoco se debe comparar con otros niños o niñas (“tu hermana no tiene miedo”...).
  • Un modo estupendo de relacionarnos con ellos al tiempo que les proporcionamos mecanismos de autoprotección es enseñarles habilidades en relajación y autocontrol. También jugar con ellos en los momentos en que tengan miedo.
  • Cuando pensemos que están preparados, podemos aproximarlos al estímulo provocador de miedo de forma progresiva, acompañado por nosotros y siempre en un ambiente de bienestar del niño, lo cual dará paso a la superación de los miedos.

Pero sobre todo hemos de saber escuchar, comprender sus miedos y dedicarles tiempo suficiente a nuestros pequeños. Hablarles con calma, ritmos y movimientos pausados, que sientan nuestra cercanía y contacto físico y explicarles la naturaleza de sus miedos…


FUENTE


Bebés y más‏

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